Elementos para su historia.
Rodrigo Quesada Monge1
Introducción
Hablar de crisis económicas hoy resulta tan baladí y, sin embargo, al mismo tiempo, tan complejo, que escribir sobre el tema se hace necesario en vista de la enorme cantidad de prejuicios, distorsiones y frivolidad que predominan.
Para los griegos de la Antigüedad Clásica el concepto de crisis invitaba a pensar inmediatamente en su superación, pues venía aspergeado de una buena dosis de optimismo y, sobre todo, provocaba la reflexión hacia las distintas posibilidades de superación que el concepto exigía. Aristóteles hablaba de crisis cuando se trataba de fracturas en la racionalidad con que los hombres pueden desenvolverse en los asuntos civiles. Para él la crisis quebraba esa lógica y obligaba a los hombres a imaginar nuevas salidas, nuevas alternativas para mejorar la solución de los problemas y los desacuerdos sociales. Pero nunca pensó la crisis como una forma de quietismo, de estancamiento. De tal forma que, con los griegos, aprendimos algo que en la cultura occidental se ha olvidado por completo: la crisis exige cambio, aproximarse a los asuntos de los hombres y de la sociedad con la fuerza de la esperanza, y la absoluta confianza en el poder humano para resolver conflictos y debates, criterios y argumentos distintos. seguir leyendo
Rodrigo Quesada Monge1
Introducción
Hablar de crisis económicas hoy resulta tan baladí y, sin embargo, al mismo tiempo, tan complejo, que escribir sobre el tema se hace necesario en vista de la enorme cantidad de prejuicios, distorsiones y frivolidad que predominan.
Para los griegos de la Antigüedad Clásica el concepto de crisis invitaba a pensar inmediatamente en su superación, pues venía aspergeado de una buena dosis de optimismo y, sobre todo, provocaba la reflexión hacia las distintas posibilidades de superación que el concepto exigía. Aristóteles hablaba de crisis cuando se trataba de fracturas en la racionalidad con que los hombres pueden desenvolverse en los asuntos civiles. Para él la crisis quebraba esa lógica y obligaba a los hombres a imaginar nuevas salidas, nuevas alternativas para mejorar la solución de los problemas y los desacuerdos sociales. Pero nunca pensó la crisis como una forma de quietismo, de estancamiento. De tal forma que, con los griegos, aprendimos algo que en la cultura occidental se ha olvidado por completo: la crisis exige cambio, aproximarse a los asuntos de los hombres y de la sociedad con la fuerza de la esperanza, y la absoluta confianza en el poder humano para resolver conflictos y debates, criterios y argumentos distintos. seguir leyendo